LA ENCRUCIJADA
Mi encrucijada aparecía en mi mente una y otra vez en forma de bifurcación. El camino se partía en dos y tenía que decidir cual seguir. La cuestión no era solo a dónde llevaba cada camino, sino a donde quería ir yo. Me senté sobre la "piedra de pensar" hasta que lo tuve bien claro: Quería ir a la montaña, que ya sabía que no estaba tan cerca como aparecía a la vista. El camino seguía desde la cima de los prados y se perdía a lo lejos, pero siempre en dirección a la montaña.
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