viernes, 20 de abril de 2012

Mandalas del camino

No ha parado de llover desde que salimos del Lugar del Sonido. El tiempo se ha ido poniendo más y más gris y al entrar en el bosque que hay de camino al Lugar de los Secretos, la niebla se nos ha echado encima, además mi mapa no se correspondía con todo lo que encontraba en el territorio. En mi mapa solo había un camino trazado, mientras que en el territorio me encontré con muchos senderos y bifurcaciones que no indicaban a dónde conducían. Algunos, los que me parecieron más significativos, los fui anotando en mi mapa, mientras caminaba sin saber muy bien a dónde iba a llegar.
Anoche, por fin, divisé una cabaña en el bosque y al acercarme vi que estaba semiderruida, pero entré de todos modos mientras Loba desaparecía en el bosque y Lucero mordisqueaba la hierba de los alrededores. Dentro estaba lleno de telarañas y con signos de no haber sido habitada en mucho, mucho tiempo, pero había una vieja y oxidada estufa de hierro y probé a ver si funcionaba. Saqué las cenizas, puse leña seca y al encenderla pegó una pequeña estampida que me llenó de hollín, ¡pero encendió! Durante un buen rato me dediqué a limpiar el espacio de lo que había sido la cocina, por suerte había algo de leña en una leñera. Tapé con unos plásticos que llevaba los agujeros por donde entraba el agua y limpié como pude una vieja mesa para poder utilizarla. Bueno, no era un hotel de lujo, pero el calorcito empezó a notarse y poco después podía sentarme y empezar a pintar un mandala a la luz de las velas que tuve la previsión de poner en mi mochila al empezar el viaje. No me sentía cansada, me había sentado bien el ejercicio y necesitaba poner en un mandala todos los colores que parecían haber desaparecido en el bosque. Saque el mandala que había dibujado el día anterior, pero esta vez mis manos se iban a los colores más fuertes, más chillones...y me dejé llevar. Esto es lo que salió.




Y este otro es el del día anterior. Cada día disfruto más diseñando y pintando mandalas, despues de andar unos kilómetros, el mejor momento es cuando puedo sentarme en cualquier sitio, sacar mis pinturas y centrarme sobre el papel mientras escucho los sonidos del bosque.





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