Lo que más me sorprendió al entrar en el Bosque fueron las palabras que movía el viento. Eran los árboles. Todos hablaban a la vez repitiendo frases de las que me llegaban palabras sueltas: "Eso ya lo entiendo...", "Me gustaría...", "Quisiera que...", "Sé que...", "Pensaba que..."
Al pasar me las lanzaban y se reían mientras me miraban. Solo un viejo Castaño permanecía en silencio. Me senté bajo su copa, apoyé mi cabeza en su tronco, y las palabras cesaron de inmediato. Se hizo el silencio. Entonces pude escuchar solo el sonido del viento entre las hojas y la Vida del Bosque en Movimiento.
Me levanté, di las gracias al Castaño y seguí caminando.
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