martes, 22 de octubre de 2013

El Diañu Burlón

Ya de vuelta a La Abadía y mientras ordeno todo el material de mi pasado Viaje, al mirar las fotos que había hecho, un poco por jugar con la cámara hacia atrás para ver que salía, entre hojas, trozos de árbol y alguna nube...apareció este personaje...

-Aaah...pero yo te conozco y por fín te he pillado. 

-Mmmmm...ahora entiendo.

El Diañu Burlón puede convertirse en cualquier cosa, adoptar la figura de cualquier animal, incluso de una persona, sobre todo el aspecto de de un niño y entre sus travesuras más comunes está la de ofrecer un caballo al caminante, que después de una galopada desenfrenada, lo devuelve al mismo sitio del que partió.  

¡Pero te he visto!

En este próximo Viaje, podrás venir (de todos modos sé que vendrás), pero las reglas del juego cambian. Ahora dirijo yo.



lunes, 21 de octubre de 2013

La Semilla Sorpresa



Hacía mucho tiempo que no visitaba mi árbol, tanto que todavía no había conseguido descifrar qué árbol era. Hace unos años, en uno de mis viajes, un anciano que vendía frutos secos y semillas en un mercado me regaló una semilla diminuta dentro de una bolsita que llevé al cuello en mi viaje de vuelta a casa para no perderla (y también porque fue la recomendación del anciano).

-“Deberás dejarla crecer sin pensar en qué tipo de árbol se convertirá, porque fácil que te equivoques…es una sorpresa”.

La planté tal como me dijo y por un tiempo me olvidé de la semilla, y cuando me acordaba mi fantasía se desbordaba y veía un árbol majestuoso levantarse al cielo…
Hace poco, cuando volvía a la Abadía, pasé por el lugar en que la había plantado, y sí, tal como me dijo el anciano fue una sorpresa: era un manzano, un sencillo y pequeño manzano que apenas tenía cuatro frutos y que en mis continuos movimientos ni siquiera había cuidado, pero allí estaba…no es el árbol majestuoso que me había imaginado mientras caminaba por el Valle de los Sueños, pero es un árbol real, con raíces y tronco, ramas, hojas y frutos. Es mi árbol.

viernes, 18 de octubre de 2013

De vuelta a la Abadía

Esta tarde he llegado al camino que sube a La Abadía, llegué por el río para acortar el viaje de vuelta y me sorprendió ver algunas barcas que portaban velas.
 "Es para los que llegan después de ponerse el sol" -me dijo el barquero- "A veces hay nieblas y las velas indican el camino a los viajeros, hasta llegar a tierra firme".
"Cada viajero que llega suele dejar en mi caseta las velas que le sobran del Viaje, y así tienen la seguridad de que esta parte del río siempre estará iluminada".
Abrí mi mochila y dejé las mías, tres velas pequeñitas que guardaba en un bolsillo de la mochila. Al subir, ya caminando, por el largo sendero que conduce a La Abadía, y cuando ya la noche estaba cayendo, me quedé mirando: desde lejos las velas en el río parecían pequeñas luciérnagas en movimiento.