martes, 27 de marzo de 2012

El Lugar de La Comodidad


 Al dirigirme al oeste y después de caminar un buen trecho, encontré un cruce de caminos y cogí el camino que lleva un poco más al suroeste, hacia el Lugar de La Comodidad, dejando el Lugar del Sonido para otra etapa del viaje. Llegamos por la noche. A Lucero le notaba cansado, mientras Loba caminaba a mi lado atenta a cualquier pequeño sonido. Vimos la luz a lo lejos y descubrimos la casita en medio del bosque. No había nadie, pero la puerta estaba abierta y el fuego encendido. Había heno para Lucero y pude calentar mis reservas de puré de calabaza que compartí con Loba. Tomé un libro de un estante y empecé a leer, pero pronto nos quedamos dormidos entre los murmullos del bosque y el olor a tierra húmeda que nos llegaba de afuera.




 A la mañana siguiente descubrí que en el piso de arriba había una mullida alfombra circular, tejida como un mandala. Abrí la ventana y me senté en el centro, mientras el sol entraba despacito hasta llenar la habitación. Realmente era el Lugar de la Comodidad y decidí quedarme allí un poco más de tiempo.


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