viernes, 6 de abril de 2012

La Puerta del Lugar del Sonido



Me costó irme del Lugar de La Comodidad, fuera llovía y hacía frío y estaba bien allí, acurrucada junto al fuego leyendo mientras comía manzanas asadas. Salía con Loba y Lucero para conocer el bosque y volvíamos cansados, después de recorrer rincones cada día diferentes, a la acogedora casa. No sé quién cuidaba el lugar, solo pude ver un gato dormilón que ronroneaba en la planta de arriba y que a veces desaparecía sin saber cómo ni por dónde salía. Dejé todo ordenado para que el próximo viajero encontrara el Lugar como yo lo había encontrado y salimos temprano, cuando apenas amanecía. Viajamos durante muchas horas y al oscurecer, cuando el sol acababa de ponerse, llegamos a a puerta del Lugar del Sonido, pero ya no se podía pasar hasta el día siguiente. Había otros viajeros que me informaron que La Puerta del Lugar del Sonido solo se abría dos veces al día, al salir y al ponerse el sol: entonces sonaba el “Gong” de la puerta y ésta se abría, pero ellos habían preferido esperar al día siguiente para poder contar con la luz del día en su camino.
Me acerqué hasta la puerta y pude ver el Gong y también el curioso “personaje” que guardaba la puerta y que, según me contaron, tan solo se aparta cuando el Gong suena, para volver inmediatamente a su puesto en cuando la última vibración del sonido se extinguía en el aire.
Busqué un lugar un poco apartado y al abrigo de unas rocas y me acomodé con Loba y Lucero para dormir. Había dejado de llover y el cielo estaba limpio y estrellado. Hacía frío, pero disfruté mirando el universo mientras me llegaba el murmullo de voces del pequeño grupo de personas que hablaban alrededor del fuego: “Dicen que ahí dentro cada uno oye solo su propio sonido…” fue lo último que escuché y me dormí con esas palabras.

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