lunes, 9 de abril de 2012

El Lugar del Sonido


 

Me desperté muy pronto, antes de que empezara a clarear, y para cuando el sol empezó a alumbrar ya estábamos ante La Puerta. Las demás personas habían ido llegando también y esperaban tranquilas que la puerta se abriese.
Justo cuando los rayos del sol tocaron el centro del Gong, empezó a sonar con una vibración grave que parecía emerger de la tierra misma y que llegaba a cada rincón de mi cuerpo, a cada célula. La puerta se fue abriendo y pudimos pasar. Una vez dentro cada uno siguió su camino en silencio, como si el sonido del Gong hubiese llenado todo y sobraran las palabras. De hecho, lo que más me sorprendió del Lugar fue el silencio, apenas se oían nuestras pisadas sobre el terreno que se iba volviendo rojizo por momentos. Después de caminar un rato Loba empezó a inquietarse, se acercó a mi y supe que se estaba despidiendo: "vete, Loba, volveremos a encontrarnos a la salida". Sin duda ella ya había escuchado su sonido y necesitaba seguirlo. Poco después fue Lucero quien quiso irse. Recogí mis cosas de sus alforjas y le dejé marchar. 
Me había quedado sola, eché mi mochila a la espalda y seguí caminando aunque todavía sin escuchar nada, ningún sonido. 
Me paré a refrescarme junto a una fuente y mientras descansaba sobre una piedra, de pronto empecé a sentir una vibración, no era exactamente un sonido, era una vibración suave que subía de la tierra y que fue en aumento al volver a caminar, una vibración que guiaba mis pasos y era cada vez más clara y más fuerte, hasta llegar a la entrada de una cueva sobre una colina rojiza. A la entrada me descalcé y me tumbé sobre el suelo, la temperatura era muy agradable y mientras cerraba los ojos relajada ya, la vibración se convirtió en sonido, un sonido sanador que purificaba mi cuerpo y me llenaba de paz. Poco a poco me fui quedando dormida mientras el sonido se iba llenando de color. 
Me sentía completamente protegida, estuviera donde estuviera, estaba en casa.
Entre sueños creí ver un fuego en el centro de la cueva y escuché un murmullo de voces que se convirtió en canto, había personas alrededor del fuego que estaban trabajando con algo.
"Construimos un Templo" sentí que me decía una anciana, y me entregó un objeto rectangular. Era una caja vacía. "Para tu Templo", me dijo. El canto fue haciéndose más claro, más limpio, ocupando todo el espacio fuera y dentro de mi y transformándose en color. 
Cuando desperté no había rastros de fuego, pero a mi lado estaba la caja. La cogí, la guardé junto a mi y me volví a dormir.  Había encontrado mi sonido.

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